Los Evangelios Apócrifos: La Historia de Los Apócrifos del Nuevo Testamento Que No Se Incluyeron En La Biblia, Paperback/Charles River Editors
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Description Jes s de Nazareth fue un maestro jud o de origen rural que vivi en el primer tercio del siglo I de nuestra era. Durante una celebraci n de la Pascua en Jerusal n fue condenado a la pena de muerte -espec ficamente crucifixi n- por la autoridad imperial de Roma, que en ese momento ten a el control de su pa s. Muchas cosas m s podr an decirse de su vida, pero aparte de este peque o resumen y quiz uno o dos detalles m s, ser a complicado que todos los acad micos estudiosos de la Biblia levantaran su mano en se al de acuerdo. Sin embargo, la literatura escrita en los siguientes 250 a os despu s de la muerte de este predicador jud o -relativamente desconocido en vida- fue abundante, casi estridente. Cu ntas personas dejaron por escrito vida o dichos de Jes s de Nazareth? La persona poco versada en estos temas responder que cuatro: los autores de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, libros que se encuentran en el Nuevo Testamento. Pero para muchos resulta una sorpresa saber que los evangelios que aparecen en la Biblia no son sino una peque a muestra de los que se produjeron. Desde el principio, la producci n literaria de quienes consideraban a Jes s como Mes as fue abundante. Sin contar las breves menciones sobre la vida de Jes s que aparecen en las cartas de San Pablo, en los primeros dos siglos y medio de nuestra se compusieron muchas otras colecciones de dichos y hechos sobre el maestro jud o, algunas de ellas posiblemente por testigos oculares, o cuando menos, por cristianos de la primera o segunda generaci n (disc pulos de los disc pulos de Jes s). Algunos de esos textos fueron tan populares y gozaron de tal difusi n que han dejado su influencia hasta nuestros d as. Los nombres de los reyes magos -Melchor, Gaspar y Baltazar-, la tradici n de que Jos el padre de Jes s era viudo, los nombres de los bandidos que perecieron junto a l en la cruz -Dimas y Gestas- y el de la esposa de Pilatos, por citar s lo algunos ejemplos, provienen todos de los ap cr